Dos mujeres en la corte de Carlos IV
“¿Cómo piensas llamar a tu obra? (…) Algo así como la manola, la modistilla, no, ya lo tengo, la maja. La maja desnuda. Y venga, dime, prometo guardarte el secreto, ¿quién es ella?” La duquesa a Goya, en ‘La hija de Cayetana’.
Decimotercera duquesa de Alba, Cayetana Álvarez de Toledo fue una de las aristócratas más influyentes del siglo XVIII. No tuvo descendencia, pero prohijó a una pequeña mulata que le habían regalado, a quien legó una parte de su fortuna. Dos dibujos de Goya y el testamento de la duquesa son las únicas huellas de la existencia de esa niña a quien Posadas convierte en una de las protagonistas de La hija de Cayetana. Con estos mimbres, la autora, que es ya una de las escritoras de más fuste de la novela histórica -género vapuleado por editoriales que abruman al lector con historias manidas y mal documentadas- realiza un fresco formidable de la corte madrileña de Carlos IV y aborda un tema poco conocido: la presencia de esclavos negros en la península Ibérica hasta entrado el siglo XIX. “Tener un esclavo negro y vestirlo de modo llamativo era un signo de estatus, de distinción. Hubo un tiempo en que en Sevilla había tantos morenos que la llamaban el damero de Europa”.
La novela se estructura a través de la historia de dos mujeres muy diferentes: la aristocrática duquesa de Alba y la esclava mulata Trinidad, una niña de fortuna, que nace en casa del amo, en Cuba, y que en su viaje a España descubre que está embarazada. A los pocos meses de nacer su hija Marina, se la quitan para regalársela a Cayetana. La fantasía poderosa de la autora se recrea en esta madre, obsesionada por encontrar a su hija Marina, que no sumerge en el lacerante mundo de la esclavitud. La otra historia es al de la duquesa de Alba, a quien la autora dota de una personalidad similar a la de la desaparecida Cayetana Fitz James Stuart, frívola, generosa y fascinada por el casticismo, los toreros, los cómicos, las majas y las manolas. Con gran acervo documental y destreza narrativa, Posadas ofrece una visión verosímil de una época histórica, con figuras bien trazadas como Goya, Godoy o la Parmesana, la reina María Luisa de Parma.
Interesante. Hermano de Hielo, de Alicia Kopf. Editorial Alpha Decay.
La autora, elogiada hasta la saciedad por la crítica más intelectual, es artista plástica, lo que explica que este relato sea tan conceptual como una instalación. Así, la primera parte es una sucesión de textos sobre los exploradores árticos: Peary Amundsen, Shackleton. Luego, llegan datos que arrojan pistas sobre loq ue pretende contar: “Yo también busco algo en mi estudio iceberg, blanco y sin calefacción”. Más tarde sabremos que el hermano es discapacitado -“un hombre atrapado en el hielo. Él está y no está”-, y que la protagonista arrastra una historia familiar congelada en la incomunicación. El frío como metáfora de la existencia.
Exquisita. La esposa joven, de Alessandro Baricco. Editorial Anagrama. A los 18 años, la esposa joven llega a la casa familiar para casarse con el hijo, según lo acordado por sus padres. Pero él no está. En la villa italiana, será instruida por la hija, la hermana de su futuro marido, en los placeres del cuerpo; también el mayordomo, la madre y el padre la ayudarán en este viaje de seres en búsqueda de sí mismos. Un relato poético, tan delicado como el longseller ‘Seda’, que hizo famoso al autor italiano. El lector navega dulcemente por estas páginas de Baricco; no hay otra manera de entrar en la historia que dejarse llevar por esa prosa amable que convierte el sexo explícito en una filosofía erótica del propio conocimiento.